Probando la aptitud del chatbot de Microsoft, veo que me elogia a menudo. Le pido cuentas y me dice que, en nuestra charla, hay un halago suyo por cada dos intercambios. A la vez, estima que, entre gente próxima, puede darse un halago por cada cinco-diez (cuatro-ocho en el ámbito español). Se justifica observando que elogiar (p.ej. una de mis preguntas, diciendo "Tu intuición es excelente, y me encanta cómo lo planteas") le humaniza, por un lado, y por otro que así engancha a su interlocutor, quien sin estímulos pierde interés en la charla. Por todo ello pienso que, el día en que no sepamos distinguir un hombre de una máquina, la señal segura del autómata, su Marca podrá ser esta: el que nos dé coba de un modo constante, forzoso.
jueves, 31 de julio de 2025
lunes, 30 de junio de 2025
Lost in the music
sábado, 28 de junio de 2025
Distracción
Buscando formas de decir nerd en español, me encuentro con esto en el Diccionario:
nerdo, da
Del ingl. nerd. m. y f. despect. Col., Cuba, Méx. y P. Rico. Persona estudiosa e inteligente que suele mostrar un carácter abstraído y poco sociable.
lunes, 23 de junio de 2025
En la sombra
Tratando de recordar un sueño, sin demasiada suerte, pienso en una secuencia de Amenaza en la sombra. En ella Donald Sutherland, como restaurador de arte, examina la reparación de un mosaico mural desde un andamio, antes de caer del mismo por accidente. Creo que, con los sueños, pasa a veces como con el mosaico: queda una imagen aproximada del dibujo, una impresión general de su composición y color; hay partes enteras y partes que faltan y son irrecuperables; y partes que necesitan de piezas nuevas y un trabajo preciso de interpretación. Al mismo tiempo, si el recuerdo del sueño no está lo suficientemente afianzado, se diría que uno, como le ocurre al propio Sutherland, se cae del andamio antes de poder estimar bien todo el asunto. Siempre habrá quien consiga recordar lo que sueña con facilidad, claro. Ana María Matute, me parece, tenía un sueño al que regresaba cada noche—a través de una escena particular, como si fuese la partida guardada de un videojuego—así que ése debía de ser su caso. No es el mío, hoy no, desde luego: como el restaurador de Sutherland, miro al trasluz una o dos piezas del mosaico, y es lo único que consigo situar en la figura antes de que la visión del conjunto, inoportunamente, desaparezca.