El
secreto del libro de Kells trata del empeño
continuado, y difícil, de unos monjes irlandeses por acabar los
dibujos de un manuscrito allá por el año 800, y de lo que acontece
fuera del scriptorium
mientras quieren darles término. La película es bonita, tiene unos
diseños curiosos, pero su argumento me produce extrañeza. Tal vez
porque intenta contarme una historia antigua, pero yo no dejo de ver
en ella un relato de hoy.
La fábula gira en torno a unos monjes medievales, de los que se silencia, curiosamente, su condición cristiana. Salvo por el símbolo de la
cruz, incidental, y unas pocas palabras esenciales como hermano o abadía, no presenta motivos que indiquen la razón vital de
aquellos hombres. ¿Cómo es esto posible, si la vida monástica europea encontraba allí su fundamento? La omisión es deliberada.
¿Por qué? Ya lo comentamos*: se prefiere que los personajes tengan
motivaciones imprecisas, porque facilitan la empatía, la conexión
con el público. Este tipo de lógica, de base monetaria, no admite
que unos principios religiosos, cristianos o no, constituyan el
argumento de una persona. Así, la
alternativa personal que ofrece El secreto del libro de
Kells es la misma que La
guerra de las galaxias:
misticismo en vez de religión. Si bien la suya es, de acuerdo
con los tiempos, una mística de corte ecologista, que encuentra sus
raíces en los mitos celtas irlandeses.
La comunión íntima con la Naturaleza puede salvar a
una humanidad triste y asustada, material y espiritualmente
empobrecida, pero para obtenerla hay que retomar una visión celta de las
cosas, nos dicen. Si esta percepción mítica no tuviera, como tiene,
el paso expedito, sin oponentes teóricos, se estimaría el precio
que hay que pagar por ella: el de renunciar a la innovación monoteísta. La película proyecta, en cambio, la mejor luz
posible sobre esta conexión de los celtas con la Naturaleza. El
vínculo se establece de forma fácil y agradable —no
hay en él motivos oscuros, ni dramáticas convenciones antiguas como
los sacrificios humanos (claro, eso ya sería liturgia, religión;
aparte asustaría a los niños) que lo desaconsejen. La única
amenaza que nos presenta es una abstracta serpiente, tan conceptual
en su planteamiento que no se entiende bien qué pinta ahí. Sirve,
eso sí, para dar idea de que hay otros aspectos del mito, menos amables, que no se quieren tratar. En cualquier caso la
tendencia ecologista no es la única concesión al sentimiento actual
en la película.
Los monjes hablan de la importancia del
libro, pero sólo aluden a lo escrito con un genérico "sagrado", de modo que los dibujos que lo adornan son su mayor mérito,
y en la práctica también su único valor. (El Libro de Kells original reunía los cuatro Evangelios canónicos). Esto vacía de
contenido a la obra artística casi por completo, y el problema es tan evidente que los
guionistas no tienen más remedio que compensarlo: el manuscrito
adquirirá su verdadero valor
si abandona el monasterio, si se lleva a la gente común, nos anuncian. La propuesta, que parece razonable desde una óptica moderna (¡dichosos
monjes! —se dirá— ¡guardándose para ellos la cultura!), en
realidad es una tontería. Se insinúa aquí la necesidad de
democratizar el arte, pero el anacronismo se revela en cuanto uno se
sitúa mentalmente en la Europa del siglo IX. ¿Qué bien podía
hacerle a una gente analfabeta, a menudo necesitada, un manuscrito
iluminado? Si a la película le preocupara de verdad la gente,
demostraría la inutilidad del libro en tanto objeto, y exploraría
los principios que contiene como un posible medio de mejora. Pero no
va por ahí, ni quiere.
Es así que encuentro en El secreto del libro de
Kells una historia actual, no de entonces. Por la manera en que
evita el hecho religioso. Por querer
remediarlo con una vaga inclinación ecologista, que idealiza el
contacto antiguo con la Naturaleza. Por incluir desplazadas nociones
democráticas. Y siempre con la idea de obtener el mayor rendimiento
en taquilla. Es una lástima, porque con un planteamiento más limpio
podrían haberle sacado partido a estos dibujos diferentes.
*
http://www.lavidaotra.blogspot.com.es/2014/04/de-la-moralidad-de-hollywood.html