Me
gusta pensar que los mejores guiones se escriben en soledad, con una máquina
antigua, una botella de whisky al lado e incontables cigarrillos. La historia
de Tropic Thunder, en cambio, me sugiere el rincón amable de un bar, compañía,
muchas risas y cerveza.
Tropic
Thunder es una tontuna que me hace sonreír a veces, porque tiene el regusto
sabroso de la cerveza barata, y la fuerza chusca de una broma etílica que es
graciosa, en parte, porque alguien insiste en que ese chascarrillo puede ser
una película. Ben Stiller, Robert Downey Jr. y Jack Black (y quizás también Matthew McConaughey; ya no sé Tom Cruise) han estado en el bar
divirtiéndose, como tenían dinero han rodado su ocurrencia y les ha salido un
disparate, claro, que sólo se sostiene por el talento cómico de sus actores.
Eso
sí. El mérito de pintar de oscuro a Robert Downey Jr. y de hacerle hablar como un negro americano es grande. Sobre todo si tenemos en cuenta lo
sensibles que son para estas cosas, en Estados Unidos. Pero ya se encarga él de
descalificar a su personaje, para que nadie se moleste: que recursos le
sobran. Es por ellos, precisamente, que llego hasta el final de esta larga
burla del Hollywood más subido y monetario, y del cine más conocido de la
guerra de Vietnam. La cinta queda así como un testimonio de la amistad y del gusto por el alcohol de sus actores, y de la inefable capacidad de Hollywood para sorprendernos, aunque sea apoyando películas como esta.
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