
La mujer (y este es el caso), usaba al hablar una muletilla francesa, yo se la escuché, dos o tres veces, es cierto. ¡Qué mujer tan extraña!, me dirás, y no sin razón, porque su acento no era el de Francia. ¿Extraña?, te diré. -Puede. Para mí, esa muletilla era en ella lo que en otras es una flor en el pelo, o un broche en la solapa: un curioso detalle personal.
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