martes, 31 de mayo de 2016
lunes, 30 de mayo de 2016
¿Quién es usted?
Crossfire, de 1947, llamada Encrucijada de odios en España, es una
película de cine negro con unas gotas de drama social. Su escala es
pequeña pero está bien construida. Entre sus actores destacan
Robert Ryan, en otro papel de hombre turbio (de parecerlo, el tipo me
era antipático; ahora lo aprecio), y Robert Mitchum, como persona
recia y generosa. Que Encrucijada de odios sea un buen policíaco, o
que lo sostengan actores solventes no es, con todo, lo que a mí más
me interesa. Que en ella habite el personaje de The Man lo es. The
Man, interpretado por Paul Kelly, sólo aparece en pantalla unos
minutos, y su papel tiene poco que ver con la trama. Su nombre nunca
llega a escucharse, y sólo por los títulos de crédito le conocemos
como El Hombre, un apelativo genérico. Sin embargo, su actuación resulta memorable.
Pongámonos en
situación. Se ha cometido un crimen, y la policía busca como
sospechoso a un soldado de nombre Mitchell. Desconcertado por sus
problemas personales, confundido por el alcohol, Mitchell deambula
por la ciudad encendida, ignorando la tesitura en la que se
encuentra. En ese estado llega a un bar, donde se encapricha de una
prostituta que bebe con los clientes; él a ella le cae simpático y
como ve que es buen muchacho, le da las llaves de su apartamento,
pidiéndole que la espere allí mientras ella termina en el bar.
Mitchell, sin salir de su estupor alcohólico, se presenta en la casa
y echándose en una cama se queda dormido. Cuando despierta, aún es
de noche. Está solo, y sigue igualmente confundido. Es el momento en que un hombre
entra en el piso y conversa con él:
Mitchell: ¿Quién es usted?
The Man: Soy un hombre que la está
esperando. [Se refiere a la chica del bar, Ginny]. ¿Le parece bien?
M: Claro.
TM: ¿Quiere café?
M: Bueno.
TM: Soy su marido. El marido de Ginny.
[Pausa]. Yo era soldado. Me falló el corazón. [Pausa]. Se estará
preguntando qué es lo que ocurre aquí, ¿verdad?
M: Sí, supongo que sí.
TM: Bueno, pues pregúntele a ella. Era
una perdida cuando nos casamos. Al principio no lo sabía, pero lo
supe antes de casarme. Ese fue uno de los motivos por los que me
enlisté, para alejarme de ella. Pero luego no pensaba sino en
dejarlo y volver. Cuando volví, ella no me quería. Tiene gracia,
¿no? Pero aún la deseo. Todavía la quiero. [Pausa]. ¿Sabe
todo esto que le acabo de contar? Es mentira.
M: Ya veo.
TM: No soy su marido. La conocí igual
que usted, en el garito. No puedo alejarme de ella. Quiero que nos
casemos, pero ella no me quiere.
M: Ya veo
TM: ¿Se lo cree? Bueno, pues eso
también es mentira. No la quiero, y no quiero casarme con ella. Ella
hace allí un buen dinero. ¿Lleva usted dinero encima?
M: No
TM: Ella a veces hace un buen dinero.
[Pausa]. Oiga. ¿Cree usted que yo podría ser soldado? Quizás en el
Ejército. Alcanzar un buen puesto y haber ganado algún dinero para
cuando empiece la próxima guerra.
M: ¿Por qué no?
TM: ¿Por qué no? Porque no quiero.
¿Para qué iba yo a querer ser soldado? Soy demasiado inquieto. No
sé lo que quiero hacer. [Pausa]. ¿La va a esperar?
M: No lo sé.
TM: Bueno, pues espérela si quiere.
Así me tome el café, me echaré una siesta. ¿Tiene cigarrillos?
M: No.
The Man afirma
siempre con la misma severidad, con la misma contundencia, y nada
distingue en su discurso la verdad de la mentira. En su siguiente
aparición, la última, cuando la policía da con él trazando los
pasos de Mitchell, ocurre lo mismo. The Man reconoce entonces que
habló con el soldado, y sin que nadie le pida más explicaciones,
añade:
TM: Me odia, sí. [Se refiere a Ginny].
Me odia sin duda. Estuve en el Ejército. Me dieron de baja con
deshonor. Soy su marido. Hemos estado separados, pero todavía la
quiero. No quiero el divorcio. No sé lo que hacer. Hicimos muchos
planes, pero se quedaron en nada. Estaré por aquí si me necesitan.
Esto último
lo dice siguiendo a un policía, que se marcha sin prestarle atención.
Así, ¿quién es The Man? ¿Quién es este personaje? ¿Y cuál de
sus historias es la buena? Parece imposible saberlo, cuando cada una de sus
afirmaciones contradice a la anterior. Incluso la final, ante la
policía, difiere de la primera que contó al soldado, pues no habla
de sus problemas de corazón, sino de una licencia militar “con
deshonor”. ¿Tiene algo Internet que decir al respecto?
Poco. La
opinión más interesante me parece la del cinéfilo Chuck Stephens, para el que Paul Kelly representa al hombre americano de mediados del siglo XX. La clave de esta interpretación, creo entender, la ofrece el mismo apelativo del personaje. En
pantalla vemos al hombre que volvió de la guerra, no triunfante,
sino perdido, que vio que lo que había soñado para el tiempo de paz
no se iba a cumplir. La guerra, según Stephens, desquició a The Man, y por eso no
podemos saber si se trata realmente de un marido, de un proxeneta, o
de un psicópata. Es así porque el americano de su tiempo es un hombre dividido. La opinión es lúcida, aunque quizás excesivamente amplia. Yo no voy tan lejos.
Creo que las diferencias en el
relato pueden deberse a la dificultad del soldado para recordar lo
que The Man le contó. Al fin y al cabo la escena del diálogo forma
parte de un flashback, con el que Mitchell explica lo que vivió esa
noche. El guionista, en vez de mostrarle diciendo “no recuerdo
bien lo que escuché; tal vez fuera esto, o esto otro; yo no estaba
en mis cabales”, compone, quizás, a un The Man que es, al mismo tiempo, todo lo
que Mitchell escuchó o creyó escuchar. Y en el que las dudas se expresan con un "es mentira". Tengo presente que Mitchell es un narrador
no fiable, tal como la crítica literaria lo denomina. Así,
el auténtico The Man sería el último, el que la policía puede escuchar de viva voz.
Sólo son suposiciones, pues nada lo define claramente. Mejor así, en realidad, porque en lo chocante, lo enigmático que resulta el personaje de Paul Kelly es donde reside su encanto. Aquí no hay engaño.
PD: En YouTube puedes encontrar el
diálogo. Eso sí, en inglés:
https://www.youtube.com/watch?v=CUcGCi29XJE
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