En el Prado doy con una estatua recompuesta del Bautista atribuida a Miguel Ángel. Es la única del autor en España, según leo, y la tienen en préstamo unos meses. Explican que gracias a los cuidados de un taller italiano hoy podemos verla. Unos anarquistas, suponen, la destrozaron en una capilla de Úbeda al principio de la Guerra Civil. ¿Qué pensarían sus atacantes para actuar así?, me digo.
En ese ataque no se valoró la estatua
como objeto artístico, como una expresión de humanidad elevada. No
se la estimó tampoco como pieza religiosa, propia de una tradición
hondamente espiritual. Se la consideró únicamente como hecho
político, como símbolo de un conservadurismo rancio y dañino. En aquel tiempo había razones de sobra para pensar así, sin
duda. Pero destrozar la escultura conforme a ese argumento significaba
pasar por encima de los otros dos, despectivamente, y eso fue lo que
ocurrió. ¿Quién, después de echar cuentas, rompería la estatua con el propósito de mejorar la sociedad? El motivo de aquellos hombres fue egoísta, tuvo que serlo. Querían sentir una alegría violenta, obtener el primer despojo emocional de la contienda, y fueron a vandalizar una capilla. Lo
único que consiguieron con seguridad fue el daño de un patrimonio
valioso, que hoy, en parte, se recupera.
PS. En la foto, la estatua de San Juan Bautista, en restauración.