domingo, 21 de septiembre de 2014

Visión de la Virgen




En una visita al Prado encuentro algunas pinturas flamencas de la Virgen que me hacen pensar. La Virgen en estos cuadros es un trasunto de las ricas mujeres europeas que los encargaron. Es también imagen de un modo de vivir el catolicismo en el que la riqueza, habría que decir el lujo, no entra en conflicto con el núcleo de la enseñanza de Cristo. Creo que la razón está en que la representación de la Virgen como ilustre señora domina en el imaginario de la época. Por obra de pintores, a la pobre mujer palestina de los Evangelios le sucede una próspera mujer europea.

La Virgen viste como una reina, por tanto es una reina. La reina celeste de la teología católica acaba por ser una reina más. —¿Por qué habríamos de vivir de otra manera? —pensarían los ricos de entonces—. Si la misma Virgen es una reina, ¿no es acaso de los nuestros?—. Es una excepcional operación de imagen que trasciende lo estético. Al cambiar su apariencia de mujer del pueblo, cambia también su sentido religioso. Quizás cuando estos lienzos se pintaron había otra manera, más popular, de representarla, pero la iconografía que durante mucho tiempo ha contado es esta otra.

Aún hoy vemos en las iglesias católicas imágenes suntuosas de la Virgen. Se dirá: es una forma de definir su dignidad, de honrarla. Aunque muchos buenos cristianos lo entienden así, y no dudo de su buena voluntad, yo no lo creo. Me parece justo lo contrario. Si tomamos por caso a la Madre Teresa de Calcuta, ¿qué favor le hacemos, recordándola con trajes de lujo? ¿No traicionamos así su mensaje? ¿Su vida humilde, su apuesta por los pobres? ¿Y en qué es distinta de Teresa, María? ¿No es, como aquella, un ejemplo de pobreza material?

Es así que se obvia la circunstancia extraordinaria de que Jesús nació de una mujer pobre. Lo niegan las imágenes que visten, que interpretan a María como reina. Niegan la radicalidad del mensaje cristiano, su exigencia de evitar los lujos, de aceptar lo suficiente. Quizás aquellas mujeres renacentistas fueran piadosas, como lo son muchas mujeres ricas hoy, pero en el fondo, junto a esa piedad, había un conformismo peligroso. Un conformismo que podía volverse contra ellas, si asumían que la riqueza era un don de Dios que otros, por no tener, no merecían. Así interpreto yo, al menos, esta visión de la Virgen.



PS.  El cuadro que ilustra esta entrada es La Virgen con el Niño, de Bernard van Orley. Se pintó en 1516.

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