viernes, 5 de agosto de 2016

Patrones


El martes estuve en el Prado. Para entrar (gratis) hice fila cuarenta y cinco minutos. Según el museo, hay menos visitantes en agosto; añado que vienen todos por la tarde, a eso de las seis. Una vez dentro, vi unos bocetos sobre tabla de Rubens, poses heroicas de romanos semidesnudos, firmes en sus trabajos míticos. Por la falta de naturalidad de las escenas, y el común desabrigo, dudé si se trataría antes de un ejercicio de estilo, o del capricho de un patrón licencioso; creí más seguro lo segundo, por ser aquella la preparación de un pedido de Felipe IV. Luego, en la sala de los holandeses, fui mirando cuadros de tema bíblico e imaginación barroca, hasta llegar a Judit presentando la cabeza de Holofernes, de Salomon de Bray. Esta pintura me extrañó, porque pensé fácil olvidar el trasfondo (la victoria de Israel sobre sus contrarios es un asunto transparente), y encontrar en ella sólo a una muchacha con una cabeza cortada en las manos. ¿Habría morbo detrás del encargo? No, no se trató de eso, supe por un texto. Con el añejo asesinato del general Holofernes, se escenificaba la resistencia holandesa frente al enemigo español, en tiempos del autor. Me acerqué un poco a la tela, por ver si en las facciones del decapitado reconocía las de algún paisano, tal que el conde-duque; pero no. Sólo los colores de la bandera de Holanda, en una cinta que ceñía el pelo de la chica, delataban un vínculo regional. Ya no tuve tiempo para más, las dos horas de gracia del museo (que para mí fue hora y cuarto) terminaron entonces.

P.D. La imagen que acompaña a esta entrada es la de Judit, en el cuadro de Bray. Se pintó en 1636.

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