domingo, 27 de abril de 2014

Cosas mías

 
                       Suele decirse que Quien mucho abarca, poco aprieta.

                       Y yo añado que Quien mucho aprieta, jode la teta.

sábado, 12 de abril de 2014

El hundimiento


Incluyo de seguido un párrafo de una crítica de Roger Ebert, que me ha ayudado a entender mejor El hundimiento y la propia figura de Hitler.


  
Admiración por él no siento.  Simpatía, sólo la que sentiría por un perro rabioso, al pensar que debe morir.  No siento que la película proporcione “una respuesta suficiente a lo que Hitler hizo”, porque siento que ninguna película puede, y que ninguna respuesta puede ser suficiente.  Todo lo que podemos aprender de una película como ésta es que millones de personas pueden ser dirigidas, y millones más muertas, por la locura que acompaña al racismo y los instintos bárbaros del tribalismo.

Lo que también sentí, sin embargo, fue la enfermedad nazi como algo real, no distanciada y débil como en tantas cintas con villanos nazis, que la han convertido más en un instrumento de narración que en una realidad.  Al observar a este Hitler estropeado y patético, tomamos conciencia de que él por sí mismo no creó el Tercer Reich, sino que fue el centro de un levantamiento espontáneo de una gran parte del pueblo alemán, que se alimentaba del racismo, la xenofobia, las ínfulas de grandeza y el miedo.  Hitler era hábil manipulando ese sentimiento, y supo rodearse de estrategas y propagandistas capaces, pero no era un gran hombre, sólo uno provisto por la suerte para desatar un mal inimaginable.  Conviene pensar que el racismo, la xenofobia, las ínfulas de grandeza y el miedo todavía siguen con nosotros, y que la derrota de una de sus manifestaciones no nos vacuna frente a otras.

 
La crítica completa en inglés, aquí:  http://www.rogerebert.com/reviews/downfall-2005


martes, 8 de abril de 2014

De la moralidad de Hollywood

Escribo a continuación un texto traducido de la página del bloguero Andrew Rilstone, titulado De la moralidad de Hollywood.



Las películas de Hollywood usan a veces armazones morales aparentes:  los personajes expresan sentimientos que deben resultar edificantes, o espirituales o inspiradores.  Valores morales populares como “sigue a tu corazón”;  “sé fiel a ti mismo”;  “puedes hacer cualquier cosa si te lo propones”, o “incluso una persona pequeña puede cambiar el futuro”.  Esto dificulta a las películas el tratar con libros arraigados en filosofías específicas, concretas.  Los buenos libros en su mayoría dicen algo;  las películas, casi por definición, no pueden.

Decir que esas “moralejas” no significan nada es tentador.  Desde luego es complicado ver qué podrías hacer con ellas, caso de querer usarlas.  (“Sigue a tu corazón” ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Adónde? ¿Qué quieres decir con mi corazón exactamente?).  Parecen expresar puntos de vista, pero no son más que ruido ininteligible.  Parece que digan algo pero en realidad son parte de una ilusión dramática que la película está creando.  Un personaje tiene que parecer motivado;   pero si su motivación proviene de una creencia en una religión determinada, ideología o ideal, se enajenará sin duda a aquella parte de su audiencia que no esté de acuerdo con él.  Es mucho más fácil por tanto que su motivación sea más amplia, hasta el punto de que no signifique nada – tener un héroe que, con toda fuerza y vehemencia, crea en algo mal definido.  Este acercamiento se consumó en la trilogía original de La guerra de las galaxias, en la cual el principal factor motivante era la Fuerza, que representaba... eh... lo que sea que tú quieras.

Una de las características que redimen grandemente a los libros de Harry Potter es que Rowling evita los temas morales grandes y sin sentido, y en su lugar dibuja lo que podrían llamarse “micro valores morales” cuando surgen naturalmente de la historia.   Cuando Harry intenta solucionar un problema en el torneo de los Tres Magos, Moody le recomienda que se pregunte a sí mismo en qué es realmente bueno, para luego aplicarlo al reto en cuestión.  Así, mientras los otros contendientes emplean hechizos difíciles, Harry emplea sin más su habilidad para jugar al Quidditch.   Esta es una moraleja cien veces más valiosa que cualquier “puedes hacer cualquier cosa si lo intentas” de doble lenguaje que se haya publicado.

En realidad la no-ética de Hollywood es alta y ofensivamente política.  El mensaje básico es de autoconfianza:  “Si crees en ti mismo puedes conseguir lo  que quieras felicidad, amor, riqueza, la caída del Imperio Británico en la India.  Puedes creerte un cobarde, un desalmado, un tonto, un personaje secundario en un culebrón;  puedes tener cualquier desventaja en la vida – puedes tener los pies peludos o ser interpretado por Tom Hanks o ser muy estúpido o tener cáncer de pulmón, pero tú ya tienes dentro de ti todo lo que te hace falta para superar tus limitaciones – que en cualquier caso son autoinfligidas.   Puedes hacer lo que tú quieras si lo intentas”.  Este es un mensajes profundamente tranquilizador para los triunfadores que hacen películas.  Lo que dice en realidad es “Somos ricos y famosos porque nos lo merecemos”.  Es un mensaje muy deprimente para la gente que les hace el café.  “El hecho de que yo esté atascado en un trabajo sin salidas no puede de ninguna manera achacarse al capitalismo global o al sistema económico;   estoy atascado en un trabajo sin salidas porque no creo lo bastante en mí mismo para salir de él”.  Es algo que se puede comparar con aquellas novelas infantiles del siglo diecinueve, en las que la pequeña niña discapacitada de pronto encontraba un jardín secreto y podía liberarse de sus muletas, dando a los niños en silla de ruedas el mensaje inconfundible de “Si estás confinado a una silla de ruedas es por tu maldita culpa”.

Resulta muy triste ver a Jackson meter a Tolkien con calzador en esta amoralidad.  Espero la amenazada Narnia con trepidación considerable.


El texto original puede leerse aquí, como parte de uno más extenso que comenta El Señor de los Anillos: Las dos torres:  http://www.rilstone.talktalk.net/ttt-appendix.htm#appendix_c


lunes, 7 de abril de 2014

Toma y mira


"Toma y lee".  Unas palabras parecidas a las que animaron a San Agustín a reformarse son las que pienso al entrar al nuevo Museo Arqueológico:  "toma y mira".

La situación de la entrada me parece inteligente, porque una rampa lleva al subterráneo, y la semioscuridad de las primeras salas recrea la cueva prehistórica.
La foto que incluyo enseña un panel de imágenes que allí se encuentra, que colecciona los recuerdos de la especie, a la manera de Jung se diría.



Estas estelas de guerreros me hacen pensar en el moái del Museo Británico, al que dediqué unas líneas en el anterior Miniaturas.  Creo que es un acierto que se incluya un paisaje tras los militares rocosos.  La ausencia de contexto en la colección del inglés me pareció chocante.  Y además, el moái del Británico era un pascuense expatriado, mientras que estos son gente del país, que han cambiado de lugar sin mudar la casa.






 
¿Cómo se hace un hacha de bronce?  Lo cuentan estas placas de metal.  Lo bueno es que se pensaron para ser tocadas, de modo que los ciegos puedan imaginar también ese logro primitivo.  Un acierto mayor del museo.  Ahora, que me expliquen a mí que es una "rebaba", como se ve en el texto.  (La rebaba es la materia sobrante que sobresale en los bordes de la cabeza del hacha, me informo). 

Hasta aquí por hoy.  Daré noticia de lo que me queda por mirar cuando vuelva.


sábado, 5 de abril de 2014

Ah, Tintín


Me puse a ojear El tesoro de Rackham el Rojo en la Casa del Libro porque lo tenían en gran formato.  ¿Gran formato?, me dirás.  Y yo diré: mira.  Si hoy se rehiciera El increíble hombre menguante, el álbum de Tintín estaría encima de una mesa, así:
 

Es extraño, vi esta película en el Museo Arqueológico, primera vez y única.  El programa incluía, además, un coloquio con Vicente Molina Foix.  Durante la charla, un hombre con barba blanca se le acercó para darle un papel.  El escritor, extrañado, no reveló su contenido.  Volviendo al cómic.  El cambio en las medidas no era el único, el texto ha cambiado algo, también.  Nada raro, por otra parte.  Lo que dice el loro del final en el texto antiguo es "gitano", y esto se ha trocado por "pepinillo", en el nuevo.


No nos excitemos:  esto no es ninguna traición al original.   Hergé lo que dijo fue "boit-sans-soif", esto es, "bebe sin sed", o borrachín.  Sólo un traductor inspirado lo transmutó en "gitano".  Otros tiempos, otras costumbres.  Lo mismo digo del cambio.  Tintín lucha hoy contra las injusticias tipográficas, por eso.  También en la Casa del Libro.